Hace un par de semanas escribía sobre la metamorfósis, eso que te hace cambiar, para bien o para mal.
El momento de la transformación llegó y, aunque parezca estúpido, para mí es importante. Este día cambio de piel y hasta de nombre... también de actitud.
Agradezco a mi hijo Dazaev que me lo haya prestado por estos años y, precisamente, por respeto a él lo dejo, para que crezcan juntos y formen su propio rumbo.
Yo me quedo con un nuevo 'rostro' y el mote de Blátido, así mero, sin más rodeos.
Pues bien, para este humilde cucaracho vienen más cambios y ojala que valga el mito de que la especie aguanta todo, hasta un desastre nuclear -dicen-.
Una llamada telefónica cambió mi rumbo, me trazó un nuevo camino como diciendo: Es tu oportunidad, zoquete... o como dicen los chilangos: ¿Vas a Querétaro? porque se va a caballo.
En fin, esta transformación coincide con el inesperado regreso a la tierra que me vio nacer...
¡Agúr!
jueves, 24 de septiembre de 2009
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