miércoles, 12 de marzo de 2008

Los nuevos Pecados de la Gente

¡No señor! No es justo que la santísima Iglesia católica nos imponga nuevos pecados cuando todavía no he tenido chance -como dicen en mi pueblo- de realizar todos los de la lista original.

Mis queridos hermanos, qué ingrata sorpresa me llevé esta semana cuando leí que el diario oficial de El Vaticano, l'Osservatore Romano, publicó las nuevas limitantes que regirán nuestras conciencias cristianas.

Insisto, poco me faltaba para completar los pecados capitales y me suben la meta, por cierto inalcansable para el grueso de la población.

Antes, cualquiera podía poner en práctica sin mayor bronca la lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia, conviertiéndonse en un simple mortal, un pecador, alguien como tú y yo.

Pero ahora resulta que a la perrada nos quedan practicamente inaccesibles los nuevos pecados como la acumulación de riqueza o la manipulación genética, los cuales son 100% elitistas.

No entiendo tampoco por qué hacerse el harakiri al colocar la bonanza económica en una categoría maligna, ya que que El Vaticano sería, por ende, un estado pecaminoso.

¿Qué otro lugar del mundo acumula tanta riqueza y lujo en un territorio tan pequeño?

Además, el consumo de drogas y el narcotráfico llegaron a engrosar las filas de los cargos que tendremos a la hora de ver si nos quedamos en el cielo o el purgatorio.

Esta nueva regulación, por así decirlo, eleva a un rango místico la conocida frase de "vamos a quemarle las patitas al diablo", utilizada comunmente como invitación a echarse un churro.

Finalmente, hago votos para que no aparezca por ahí algún político chafa o gobernante que se autoproclame mesías o salvador de la humanidad al decir que está atacando la desigualdad social y económica, los nuevos Pecados de la Gente.

Échenle ganitas con sus pecados, ¡agúr!.

jueves, 6 de marzo de 2008

¿Peatón invisible?... ¡chale!

¿Cómo están? es un gusto saludarlos de nuevo. En esta tercera entrega iniciaré presentándome como marcan los cánones de las terapias de grupo.

Hola, mi nombre es Dazaev y soy peatón... (en este momento yo esperaría que todos ustedes frente al monitor repitieran: ¡Hola Dazaev!).

Mi recaída como peatón ocurrió a finales de octubre de 2007 cuando llegué a Saltillo, porque el carro lo dejé en Sonora. Así comenzó mi nueva historia por las calles de esta ciudad.

Hoy mis zapatos son fieles testigos de que he andado kilómetros y kilómetros, vagando por aquí y allá, buscando los lugares que conocía cuando viví aquí por el año 2001 y que a duras penas vuelven a mi memoria.

Algo que no recordaba de aquel entonces es la falta de educación de muchos, pero muchisisísimos conductores, a los que el peatón les importa poco menos que el índice Dow Jones.

En mi diario caminar hacia el trabajo, observo cómo hombres y mujeres me ignoran e incluso podría asegurar que se empeñan en no darme el paso para cruzar la calle... pero qué puedo esperar de quiénes no respetan siquiera los señalamientos de alto ni a los policías panzones de la Zona Centro.

Mi campo de batalla diario son los diferentes cruceros de la calle Torreón, en la colonia República Oriente, donde nadie, absolutamente nadie, se toma un segundo para dejarme pasar.

Yo sé que no estoy para detener el tráfico con mi caminado de novillero recién cornado, pero oiga, no abusen.

Hace unos días, pensé que el mundo se había reivindicado cuando vi acercarse a mí un lujoso automóvil conducido por un sacerdote que disminuía la velocidad, mientras me observaba con una mirada que interpreté era de ternura. Cada centímetro que se acercaba, su rostro se transformaba y aquellos ojos angelicales parecían gritarme: ¡quítate pendejo! ¡vas a ensuciar mi nave!.

Total que el güey no se detuvo y me pasó a un par de centímetros. En ese momento me di cuenta que perdía el tiempo haciendo rabietas al caminar. Por desgracia la cultura y el civismo es algo que debería salir de los hogares y escuelas, pero mientras que aquí sigan alimentando al monstruo en el que han convertido al magisterio dudo que se note la educación en las aulas (y vaya una disculpa por generalizar, pero como dicen en mi rancho: se me agüita la cachora con las cosas que pasan en mi estimado Saltillo).

Por último, sólo les pido señoras y señores, jóvenes y jóvenas, conductores todos, que si ven a un peatón con cara de imbécil cruzando una calle, no lo atropellen, háganlo feliz y denle el paso, porque podría ser yo... aunque tal vez soy invisible.

Muchas gracias, ¡agúr!