martes, 5 de febrero de 2008

El Saltillense

Para iniciar este blog es necesario comentar a manera de exorcismo, de guácara espiritual, que este espacio nace esencialmente de mi incapacidad para realizar un podcast. Hace un par de semanas tuve la idea errónea de que grabar uno sería fácil y divertido, pero mis limitaciones me obligaron a dejarme de jaladas, al menos por un momento.

Aclaro que no soy un imbécil ni un negado de la tecnología, pero tengo como principio -casi siempre- que las cosas deben hacerse con calidad y eso es algo que no estaba logrando.

Fue entonces que decidí canalizar mis energías -por no decir mi ocio- a otros horizontes nunca antes explorados por mí: Los blogs. La posibilidad me pareció perfecta, porque no tengo en la vida un mejor refugio que la palabra escrita. Aquí sí me siento bien, casi, casi, dueño de la situación. Como Juan Camaney bailando entre ficheras.

Dedico entonces este primer intento de blog para presentarme. Nací en Sonora y es la segunda ocasión que radico en Saltillo, lugar que me encanta por ser tan diferente a mi cotidianidad desértica. De verdad se los digo, Sonora es "otro Norte", muy diferente a Coahuila, Tamaulipas o Nuevo León. No diré si es mejor o peor, no tiene caso, porque simple y sencillamente es diferente.

Aprovecho para explicar que el nombre de este blog, 43 grados, proviene de esa añoranza por Hermosillo, ciudad del Sol, donde el verdadero calor empieza a esa temperatura y todo lo que está por debajo es una hermosa primavera.

Desde que regresé a la capital coahuilense, hace un par de meses, mi memoria se ha ido desempolvando y me resulta fascinante redescubrir esas pequeñas cosas del lenguaje, la comida y la forma de ser del saltillense.

Ya entrando en materia, comentaré un poco las costumbres de quienes habitan esta ciudad, vanagloriada por algunos políticos como la mejor capital de México (qué manera de darle en la madre a una buena frase).

Del saltillense podría decir muchísimas cosas porque lo considero un ente muy particular y fácil de reconocer por sus actitudes, pero sobre todo por su forma de hablar:

Por ejemplo, si en la calle te encuentras con un oriundo de la antigua San Esteban de la Nueva Tlaxcala probablemente escucharás un “¿ton’s qué o qué güey?, ¿qué hacemos o qué o qué?” y la verdad es que no vale la pena tratar de entender el significado de esas preguntas, porque se trata solamente de un saludo. También son frecuentes los clásicos “¿Qué pedo?” y “¡Qui’hubo!”.

Además, si de cuestionamientos se trata, cuando preguntas algo a un saltillense no esperes jamás obtener un “sí” como respuesta, ya que a lo mucho recibirás un “áh áh”.

A los niños les llaman lepes e incluso güercos; sus amigos son “cuates” y conocen perfectamente el significado de términos como “gorroso”, “chiflado”, “licha”, “tornafiesta”, “vato”, “cumbiero” y “chundo”, entre muchos otros.

Si algo le gusta es porque “está con madre” y si no, se “caga”; cuando tiene ganas de molestar, “pone gorro”, y si de celebrar se trata, no toma, “pistea” y “agarra el pedo”.

Como parte de su idiosincrasia, cree con vehemencia que toda palabra en castellano es susceptible de utilizarse en diminutivo: “mira la carilla del muchachillo, está toda mugrosilla” e incluso si tuvieran que mencionar a un zorrillo, podría jurar que dirá zorrillillo.

Para el saltillense entonces, “carrillo” no es apellido, es un vehículo, aunque sería más colorido llamarlo “mueble” o “troca” si es un pick up.

Los habitantes de la capital coahuilense -y me refiero a Saltillo, no a Torreón- también son identificables por su vida social y su interacción con el medioambiente:

El verdadero saltillense ha oído hablar o conoce a personajes como María liachos, El Compadre Medina, Tomatón y Kike Conejo, entre otros tantos.

De chavito, al menos una vez jugó en La Deportiva y se tomó una “rusa”, patinó en el Roller Rock y disfrutó de alguna matiné en el Cine Palacio.

Conoce y aún se asusta con la historia del Tex Mex, lugar donde se apareció el diablo.

En plena pubertad gusta de “victorear” hasta La Alemeda, con la novia por supuesto, para aquello del fajecillo… aunque a últimas fechas se ha convertido en área de contacto gay (según me dijo el primo de un amigo). Ya más crecidito, el lugar habitual de ligue es el Olmo Disco, aunque si de verdad está desesperado acude al Cueros (¿todavía existe?... inviten) o cualquier otro lugar de sano esparcimiento que ofrezca la “sopita” y no digan que no saben a qué me refiero.

Y si de tertulias hablamos, una buena peda debe terminar en el Kumbala Turistic Center y de ahí a las Eurogordas, Los Pioneros o el café Noemí, sí con la señora buena onda del mechón.

Uno de sus deportes favoritos es el beisbol y, obvio, le va a los Saraperos o Chiriperos o Los ya merito, como prefiera llamarlos, entonces sus más odiados enemigos son los Sultanes y Felipe, el güey gordo ese de la porra regia que se viste de señora y se la pasa chingando todo el juego.

El Sarapero de corazón compra su abonado y acude toda la temporada al estadio Madero por el simple gusto de gritarle ¡burro! al ampayer, echarse una Indio con todo y penacho, tragar semillitas y chicharrón de pescado, pero sobre todo para ver a las porristas.

Como buen tragón ha probado en mil ocasiones tacos de barbacoa, bistec y trompo, “naturales” o con todo, carne asada, arrachera, machacado y discada, así como todos y cada uno de los guisos que ofrecen los innumerables restaurantes y puestos de gorditas.

Sólo cuando lo visita algún pariente acude al Mercado Juárez, come cabrito y compra pan de pulque, cosas que no hace en todo el pinche año.

Además, cuando es él o ella quien viaja fuera del Estado o el País a la primera borrachera pide escuchar Rosita Alvíres y luego, luego, muestra el cobre bailando colombiano con rolas de Celso Piña que trae en un folder oculto de su iPod. Aunque debo mencionar que hay personas más densas que hasta tocan su guitarrita y cantan temas de la Rondalla de Saltillo, como si fueran Buitre de la Narro.

Bueno, podría pasarme horas desarrollando el tema de la gente de Saltillo y, por desgracia, debo señalar a manera de conclusión que en esta bella ciudad existen prietitos en el arroz y no me refiero a la porquería de televisión local, sino a la existencia de algunas personas que piensan… mmm en realidad no creo que piensen, más bien creen que masacrar a un toro es arte. Qué estupidez.

Con estas palabras termino este choro. Les recuerdo que mi nombre es Dazaev y espero me hagan llegar toda clase de críticas, correcciones, comentarios y sugerencias, muchísimas gracias por tomarse el tiempo para leer estas líneas. ¡Agur!.

3 comentarios:

luciernaga dijo...

jajaja muy buena descripción muy parecida es la gente de Monclova.

Saludos desde la no tan diferente ciudad de Monclova, hasta luego werkillo :P

p.d. llegué a tu blog por medio de vanguardia, cada cuando publicas?

Unknown dijo...

Buen trabajo dazaeb, veo que no eres ningun improvisado forjado a ladrillazos como el coño davila, y perdon que lo mencione por que es darle importancia a quien no la tiene, pero me molesta sobre manera el servilismo con el que se manejan los el "canal de la gente "estoy de acuerdo en cuanto a que sean los de seguridad publica quienes sean los que jueguen al big brother.saludos

Anónimo dijo...

jajaja, ke pedo con eso, estuvo cagado y no es por carrilla, todo esto estuvo chidillo, jejejeje, ahuvo de saltillo, y saludos inche vato Danup...digo dazaeb, y ke significa tu nombre o a ke se refiere, ucalkier conclusion de mas de nosotros mi correo es rola1761 en hotmail. saludos